El 29 y 30 de diciembre de 2019, el equipo de fútbol de salón de los jóvenes venezolanos recibido en el albergue para Indígenas refugiados Janokoida en Pacaraima – RR, fue invitado a participar en el torneo de esa modalidad, recibiendo el trofeo del primer lugar.
En octubre de 2019, se inició un proyecto piloto con niños y adolescentes de este refugio, donde unos 120 niños y niñas de entre 7 y 18 años de promedio ya se están beneficiando del movimiento, que también cuenta con entrenamiento de voleibol.
En categorías por grupo de edad y durante la semana, los entrenamientos se llevan a cabo en la cancha cerca del refugio, proporcionada por el Ejército Brasileño, y para esto, los jóvenes reciben los materiales de apoyo como pelota, uniforme y zapatillas, proporcionados por ACNUR- Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados.
Los torneos son para niños y niñas, y en este evento, celebrado en la cancha de la Alcaldía de la ciudad, solo participaron niños entre 13 y 14 años, ya que estaban más preparados técnicamente.
La desafiante realidad que estos jóvenes han estado viviendo, fuera de su país de origen, alejados de su cultura, más allá de provenir de situaciones de pobreza extrema, a menudo los llevan a desviarse hacia malas elecciones como las drogas, por ejemplo.
Además, como en el refugio los niños no pueden salir solos y es un lugar donde hay muchas tareas, el deporte demuestra ser una oportunidad para desarrollar nuevos hábitos a través del ejercicio físico, aprendizaje de técnicas, práctica de disciplina, convivencia pacífica y constructiva en grupo, que involucra salud, educación y alegría.
El trabajo interno es la esencia, una semilla que se planta a través de estas prácticas, que renuevan los valores y muestran una nueva posibilidad de vida integrando y ampliando mente, cuerpo y espíritu a través del deporte -explica Nicolás, misionero de la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional, que realiza este trabajo.
Alejandro, un misionero presente en la Misión Roraima, comparte su visión del proceso y señala que: Lo más importante es el compañerismo, el trabajo en unidad, la responsabilidad… y todo eso se va afianzando en el niñs y en el joven para que, al crecer, sean personas de bien».
La intención para 2020 es expandir estas actividades deportivas en el refugio, lo que depende de la adhesión de al menos cuatro voluntarios más para ayudar en la realización del trabajo, lo cual ha sido un desafío, porque ya tienen una gran cantidad de jóvenes, y solo cuentan con el misionero Nicolás como responsable actualmente.
Para nosotros es un aprendizaje muy fuerte, donde aplicamos enseñanzas como el amor, la paciencia, la compasión, la calma y la serenidad, lo que va generando confianza, un vínculo muy positivo, demostrando que todos somos iguales y somos una gran familia, concluye Nicolás, agradecido
Más que el primer lugar, el trofeo ganado simboliza una gran victoria del amor, una prueba de que la semilla plantada vive y puede seguir adelante.
¿Sientes el llamado a participar? ¿Recuerdas a alguien que podría estar interesado en unirse a este movimiento?