El Día Mundial de los Refugiados es una razón más para destacar el protagonismo de los refugiados que, incluso en situaciones adversas, construyen caminos de esperanza y transformación para sus familias y pueblos. En este día, la Fraternidad – Misiones Humanitarias Internacionales(FMHI) destaca especialmente el valor, la trayectoria, el conocimiento y la contribución de los refugiados indígenas venezolanos en Roraima. Estas personas, en su mayoría en situación de vulnerabilidad, están logrando integrarse en la sociedad brasilera gracias a las acciones promovidas por laFraternidad – Misiones Humanitarias (FMHI), a través del Centro Cultural y deFormación Indígena (CCFI).
Los migrantes refugiados, cuando abandonan sus naciones, su sociedad o su comunidad, en el caso de los pueblos indígenas, y llegan a otro país con otra cultura y otro idioma, necesitan conocimientos y herramientas que les permitan integrarse en la sociedad. Conocer el idioma, las costumbres locales y los mecanismos sociales son herramientas básicas necesarias, pero, además de ellas, también es necesario generar o maximizar algo que tienen dentro de sí mismos, que es el sentimiento de pertenencia a un lugar, a través del vínculo con las personas, con la sociedad.

Con esto en mente, la Misión Humanitaria Roraima (MRH)ofrece cursos de capacitación para proporcionar a los refugiados conocimientos técnicos y lingüísticos en una estructura y un contexto que permiten a los participantes involucrarse con esos aspectos sociales que generan el sentimiento de pertenencia. Por ejemplo, en los cursos de idiomas, los no brasileros conocen las costumbres locales. Además, se ofrecen cursos de apoyo al emprendimiento, que incluyen consultoría y tutoría a cargo de brasileños, donde, a través de conversaciones más informales, se introducen conceptos y una estructura de conocimiento y sentimiento del lugar.
Estas acciones buscan contribuir a cambios sociales, culturales y educativos en contextos de acogida humanitaria. Jeen, una de las mujeres indígenas refugiadas, compartió un testimonio sobre cómo la participación en el CCFI le permitió construir un camino de transformación en su vida. Ella relata: “Emigramos por una necesidad de atención médica y estábamos pensando en volver inmediatamente porque extrañábamos nuestro espacio y nuestro entorno, pero cuando vimos el trato que nos dieron, sobre todo aquí, en el CCFI, sentimos el apoyo, sentimos una mano amiga, no solo con los cursos, sino en el aspecto humano, porque llega a la persona, para elevar su autoestima y quitarle el sentimiento de pérdida. Eso me ayudó mucho porque ahora mi mentalidad es otra. Doy gracias a Dios porque ahora siento que tengo las herramientas para seguir adelante y emprender en un país que no era el mío, pero que me dio las herramientas”.

Jeen también cuenta cómo, gracias a los cursos que recibió en el CCFI, logró cumplir uno de sus sueños. Compartió que proviene de una familia disfuncional y que tuvo que abandonar su lugar de origen muy joven. Por eso, nunca pudo aprender a tejer como lo hace su pueblo, algo que ella considera hermoso.
Ahora, con los cursos que recibió, pudo aprender a tejer como lo hace su familia en Venezuela.
Otra acción específica llevada a cabo en el CCFI, que busca promover el protagonismo de los refugiados en sus actividades educativas y culturales, es el evento Casa Abierta. Este evento muestra lo que se ha hecho en años anteriores y, sobre todo, busca dar voz a cada indígena, valorando su conocimiento y su opinión. Basándose en las sugerencias dadas en este evento, el equipo de la Misión Roraima Humanitaria planifica y construye las etapas para el año en curso o para el año siguiente en términos de capacitación, apoyo al emprendimiento y talleres sobre conocimientos indígenas y saberes tradicionales.

Para Juan Diego, servidor humanitario de la Fraternidad -Misiones Humanitarias (FMHI), uno de los impactos más significativos de las acciones promovidas por la misión es que los refugiados avanzan en su autonomía social, económica y cultural en Roraima y en Brasil en general.
Según él, cuando una persona o una familia comienza a ganar autonomía, ya sea aprendiendo un idioma o conociendo mejor las costumbres locales, el funcionamiento de la sociedad o el comercio, gana más confianza en sí misma y la familia gana más unidad e identidad. Cuando se generan confianza y autonomía, eventualmente, los refugiados pueden dar un paso fuera del refugio, pueden tener una casa, inicialmente no propia, sino alquilada, conseguir un empleo o iniciar un negocio. Juan Diego menciona que ya hay algunos ejemplos de personas que han ganado más confianza, tanto técnica como personal, y han logrado, al mismo tiempo, encontrar un empleo y alquilar una casa fuera del refugio, incluyendo algunos casos de personas que llevan uno o dos años haciéndolo.

El enfoque humanitario adoptado por la Fraternidad -Misiones Humanitarias (FMHI) busca valorizar el conocimiento indígena y la autonomía de la comunidad. En los talleres de conocimiento indígena, como medicina tradicional, hilado de algodón, pigmentación natural y pintura, así como en las ferias indígenas, hay un indígena que tiene experiencia en un área determinada y conduce el taller o la actividad. Sin embargo, el intercambio de conocimientos y saberes se produce de forma natural en estos talleres. Por ejemplo, si alguien está enseñando a elaborar un remedio tradicional indígena, a menudo hay personas que también saben elaborar ese mismo remedio u otro basado en la misma receta, lo que promueve el intercambio y la ampliación de ese conocimiento, mostrando más de una forma de elaborar ese mismo remedio.
Las ferias indígenas también son espacios para la exposición de diversos productos artesanales, pinturas, ollas de barro, entre otros, que cuentan con la presencia y la unión de varios pueblos indígenas. En algunas ferias anteriores, contamos con la presencia de 17 pueblos indígenas diferentes. Eso genera un espacio donde los indígenas pueden observar sus artesanías y las artesanías de otros pueblos, promoviendo el intercambio de conocimientos actuales y ancestrales. De esta manera, el conocimiento se va sumando, maximizando la cultura en el encuentro de los pueblos.

Para dar una mejor respuesta a la situación de crisis, emergencia social y humanitaria, y atender las necesidades de las personas que se encuentran en esta situación, la Fraternidad – Misiones Humanitarias (FMHI) dialoga directa y permanentemente con todos los beneficiarios indígenas a los que apoya y atiende. Esto permite obtener una retroalimentación y conocimiento directo de las necesidades de los pueblos indígenas y de lo que buscan, ya sea para el emprendimiento, el crecimiento personal, la inserción en el mercado laboral, en la sociedad o en la escuela.
Aajhmaná, de la coordinación de la MRH, cuenta que, a partir de esta retroalimentación, la Fraternidad – Misiones Humanitarias (FMHI) inicia un diálogo con otros organismos e instituciones que ya actúan en el escenario de Boa Vista para que, juntos, puedan dar una mejor respuesta a la situación. “Cuando la demanda proviene de un sector que aún no existe o no es atendido por otras instituciones locales, buscamos contacto con instituciones y personas, voluntarios que están fuera del contexto de Boa Vista. De esta manera, podemos articular una red de instituciones y personas que atiendan las necesidades de las comunidades, posibilitando el empoderamiento de las comunidades afectadas y las personas vulnerables y proporcionándoles autonomía y confianza para que puedan seguir su camino”.

Aajhmaná también menciona que una base fundamental de los estándares humanitarios esenciales es siempre situar a las personas afectadas, a las personas vulnerables, en el centro de la respuesta humanitaria. En cualquier crisis humanitaria, es necesario tener en cuenta a la persona, escucharla y considerar su contexto, su religión, su cultura, sus hábitos alimenticios, su formación cultural. En este sentido, un factor muy importante es tener siempre presente que las personas deben ser los sujetos de su propio cambio y situarlas en el centro de la respuesta. Aajhmaná nos dice que estas personas tienen el poder, la resiliencia y el conocimiento para decidir su camino y su futuro, ellas tienen la mejor respuesta a su problema. A menudo, no tienen los medios para llevar a cabo esa respuesta, para hacerla realidad, pero la respuesta ya existe. El papel de una institución humanitaria que actúa en este contexto es tender puentes y conectar los medios para que la solución se manifieste.
La esperanza es un sentido de renovación interior y compromiso con la transformación personal y social. En contextos de vulnerabilidad, se revela como una fuerza que sostiene el camino, incluso en medio de la adversidad. En el trabajo humanitario, como el que se realiza con las poblaciones refugiadas, la esperanza se materializa en acciones que restauran la dignidad, el sentido de pertenencia y un horizonte para el futuro. Emprender un viaje (como lo hacen los refugiados de todo el mundo) es propio de quienes buscan el sentido, la resignificación de la vida a través del esfuerzo y la esencialidad. Es este impulso el que mueve tanto a los que llegan como a los que acogen: caminar con esperanza es reconocer que cada paso, cada gesto de solidaridad, puede ser un punto de inflexión cuando nace del compromiso con el otro y con la vida en su poder de recomenzar.
