La Misión Grecia, emprendimiento de ayuda humanitaria de la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional en Europa, se prepara para vivir una nueva etapa, la cual, incluirá además del apoyo a las Misioneras de la Caridad, a Caritas Hellas y a una iglesia ortodoxa, otras oportunidades de servicio a los refugiados del Medio Oriente y de países africanos.
Desde la semana pasada, cuatro misioneros de la Fraternidade reemplazan al equipo de dos misioneros que habían permanecido en Atenas por dos meses, sustentando las actividades solidarias de la base permanente en Grecia. “Por el momento retomaremos las tareas que ya veníamos desarrollando con otras organizaciones, en espera de nuevas oportunidades de servicio”, comentó desde la capital griega Ricardo Baumgartner, coordinador del Sector de Emergencias y Misiones Humanitarias de la Fraternidade.
Parálisis y renovación
“Como europea, viví una extraña mezcla de sensaciones: por un lado, un país parado, descuidado, muy distante de la Europa que conozco, con muchos griegos abandonados en las calles, en lugares emblemáticos de Grecia; me llamó mucho la atención no ver nuevas construcciones, la energía paralizada. Por otra parte, sentí una poderosa energía de pureza y de renovación que llega desde otras culturas, otras religiones, otros pueblos, a través de personas que, a pesar del terror que les ha tocado vivir, no están paralizadas y que llegan a Europa con la esperanza del: vamos a comenzar de nuevo”, relató Teresa luego de su experiencia en la Misión Grecia.
La misionera destacó igualmente dos hechos que calificó de “señales alentadoras”: por un lado, la presencia de muchos jóvenes europeos que dejando de lado sus vacaciones se trasladan a Grecia para ayudar y por el otro, la fuerte energía devocional que la migración islámica –aquella que llega con intenciones pacíficas- está inyectando en un continente “donde los neutros están ganando terreno aceleradamente”.
Imer, el otro misionero que sustentó la misión durante dos meses, puso el acento en la importancia que para los refugiados tienen gestos sencillos de amor como la escucha sincera o el abrazo caluroso, “porque todos llegan con una historia de dolor, tras haber perdido familiares en circunstancias muy crueles, o se han separado del marido que está preso, o de los hijos menores que fueron reclutados para la guerra o para el terrorismo. Conocimos a mujeres con heridas de bombas en el cuerpo y con varios hijos pequeños a cuestas…”.
A Grecia llegan refugiados de Siria, Irán, Irak, Afganistán, Paquistán, Congo, Eritrea, Marruecos, Túnez, Argelia, Nigeria, Georgia, Azerbaijan y de varios otros países en conflicto bélico o con aguda crisis económica.
Unidad ecuménica
Imer refirió que la misión “fue una experiencia de ampliación de consciencia que no solo nos abrió los ojos al sufrimiento que padece otras partes del mundo sino además a ese espíritu de solidaridad y de fraternidad desinteresada que surge en voluntarios que llegan de todas partes del mundo. Conocimos colaboradores de EEUU, México, República Checa, Inglaterra, Francia, Grecia, Holanda, Corea, Filipinas, Dinamarca, Albania y también de países africanos que llegaron como refugiados y terminaron incorporándose como voluntarios”.
Ambos misioneros resaltaron las oportunidades de unidad ecuménica que pudieron vivir a través del servicio, compartiendo con católicos, ortodoxos, evangélicos, anglicanos, musulmanes, gente sin religión e inclusive ateos. “Por las conversaciones que manteníamos pudimos percibir una mezcla de frustración, de impotencia, porque el problema parece agravarse y no encontrar un viso de solución, pero al mismo tiempo había una gran fuerza interior que movía a todos esos voluntarios a donarse sin límites, convencidos de que por encima de todo están la igualdad y la fraternidad”, finalizó Imer.