La sonrisa en los ojos de aquellos bebés, completamente ajenos a su situación de refugiados en precarias condiciones de supervivencia. La plena confianza con la que se dejaban acunar por brazos extraños. ¿Extraños? ¿En la infinita unidad de Dios? Estos y otros pensamientos se agolpaban en el corazón de las misioneras de la Misión Grecia, acelerando los latidos y despertando un amor universal por todos los pueblos, todas las razas, toda la humanidad.
Esa mañana, las misioneras de la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional fueron invitadas a colaborar en el acogimiento a las refugiadas que se acercaban con sus pequeños a Caritas Hellas, en busca de un poco de ropa con la cual defenderse del intenso frío que reina en Atenas. Las voluntarias se dedicaron a cuidar a los bebecitos mientras las mamás seleccionaban las prendas que precisaban. Según comentaron después, la experiencia resultó inolvidable.
“Estar con aquellos angelitos nos transportaba a otra realidad. Nos llevaba a un estado de gracia, de amor, de pureza. Aquellos bebés nos mostraban el ejercicio de la entrega… de la entrega a los brazos del Creador, dormían en nuestros brazos sin miedo, seguros, confiantes”, dijo Rosineide Freitas. Durante la sublime vivencia, las misioneras se pusieron a orar el “Rosario por la Paz de los niños en la guerra”.
En otro momento, el grupo tuvo ocasión de vivir una experiencia de amor similar con familias desintegradas que escapando de la violencia de sus países estaban recién llegadas a Grecia y en el local de Caritas Hellas intentaban recomponer su vestuario, apelando a la caridad internacional. “En los contactos que conseguimos tener con los refugiados siempre tratamos de insuflarles alegría, esperanza, para que encuentren la fortaleza interior que les permita recomenzar”, comentó Imer.
El misionero describió que por lo general son las mujeres con sus niños las que consiguen migrar y llegan cargadas de tristeza. “Son varias las mujeres, especialmente las que vienen de Siria, que nos relatan los tormentos que les ha tocado pasar, las bombas que no cesan de caer, las muertes sin sentido que comienzan a asfixiarlas hasta que el dolor se torna insoportable y entonces consiguen huir, en busca desesperada de un rayo de esperanza”.
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