Refugiados indígenas venezolanos participan en cursos profesionales promovidos por la Fraternidad – Humanitaria (FFHI)
En la organización social de los pueblos indígenas, en su contexto original, hay una clase que se encarga de proteger al grupo, de cazar y de explorar nuevos territorios, es el linaje o clan de los guerreros. Especialmente en el trabajo de exploración, sirven como punta de lanza que enfrenta peligros y abre caminos para que toda la población se beneficie.
Invocando este arquetipo ancestral del guerrero, un grupo de representantes de la etnia Warao, provenientes de Venezuela y viviendo en Brasil como refugiados, se ofrecieron para abrir nuevos caminos en el contexto en el que viven actualmente. Lejos de su territorio, inmersos en una cultura no indígena, en otro país, frente a una lengua diferente a la suya, los valientes pioneros participaron en los primeros cursos de capacitación ofrecidos por la Fraternidad – Federación Humanitaria Internacional (FFHI) a los beneficiarios de los albergues indígenas bajo su gestión.
Inspirada en el artículo 23 de la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, que establece que: «Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de trabajo, a condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias y a la protección contra el desempleo», la Fraternidad – Humanitaria (FFHI) ha estado buscando soluciones a un tema sensible, que es la situación de las poblaciones indígenas venezolanas que migraron a Brasil y su búsqueda de subsistencia.
Imer, un misionero que colabora con este trabajo, dice que la principal barrera que enfrenta en este caso es el idioma, ya que «la mayoría habla español, pero como segunda lengua», dado que la lengua materna es la de la etnia indígena a la que pertenecen. Otro factor es que «sus medios de subsistencia eran informales en Venezuela, lo que hace más complejo el acceso al mercado laboral brasileño».
Administradora de los tres refugios indígenas existentes en el estado de Roraima, donde vive gran parte de estas poblaciones migrantes, la institución ha centrado su atención en desarrollar alianzas y promover oportunidades para que los refugiados indígenas tengan las mismas posibilidades de ingresar al mercado laboral y de vivir una vida digna que se ofrece a los demás refugiados venezolanos en Brasil, en la loable respuesta que se viene desarrollando por la suma de esfuerzos del gobierno, agencias de la ONU y decenas de agentes humanitarios.
Desde la fundación de los albergues indígenas Pintolândia, en Boa Vista, y Janokoida, en Pacaraima, en 2017, la búsqueda de soluciones duraderas ha sido uno de los frentes de trabajo del administrador de los albergues, con miras a proporcionar a la población acogida medios de subsistencia que le permitiesen no depender exclusivamente del asistencialismo de la respuesta humanitaria. El trabajo con las artesanías fue especialmente estimulado y financiado por la alianza con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), hasta la formación de un grupo de artesanas que avanzan hacia la creación de una asociación propia.
En 2020, tras la estabilización de las fases más urgentes de la respuesta humanitaria, en materia de vivienda, alimentación, salud y seguridad, el trabajo de la Fraternidad – Humanitaria (FFHI) pudo centrarse con más énfasis en soluciones duraderas. Luego de haber tenido una experiencia exitosa al brindar cursos con certificados para beneficiarios de albergues no indígenas, entre los meses de noviembre y diciembre se realizaron los tres primeros cursos profesionales para los refugiados indígenas – nuestros exploradores del inicio del texto.
En asociacción con la Universidad Virtual de Roraima (UNIVIRR) y utilizando la Sala de Informática del albergue Pintolândia, armada con computadoras recibidas como donación a través de una alianza con la Federación de Industrias del Estado de São Paulo (FIESP), se realizó un curso de capacitación Informática Básica, de 60 horas, que inició el universo de la informática y certificó a nueve valiosos estudiantes exploradores.
Con financiamiento de ACNUR, la institución también promovió dos cursos en Senac (Servicio Nacional de Aprendizaje Comercial), con grupos cerradas, para los beneficiarios de los albergues de Pintolândia y Janokoida. El curso de Corte de Cabello masculino de 40 horas tuvo 12 estudiantes certificados, muchos de los cuales ya tenían suficiente experiencia en el campo, y ahora, con un certificado Senac ampliamente reconocido, tendrán más oportunidades de obtener un lugar en el mercado de trabajo. El curso Técnicas Básicas de Panificación, también de 40 horas, capacitó a 15 alumnos quienes, a lo largo del curso demostraron mucho talento para cocinar y en el trabajo en equipo, lo que abre puertas para pensar a futuro en otras formas de inserción en el mercado, tomando como referencia el éxito de las artesanas.
João Henrique Lago, coordinador del curso Senac-RR, señala que la principal característica y el diferencial de los grupos que participaron en estos dos cursos fue el deseo de aprender. Dice que «a pesar de los desafíos, especialmente del idioma, de hecho dieron una muy buena respuesta, en el sentido de querer aprender, y también de estar disponibles para recibir la información y llevarla para su vida».
Durante dos semanas, los valientes exploradores fueron llevados en autobús hasta Senac, donde pasaban las mañanas tomando contacto con un escenario bastante diferente al de los refugios del día a día. En esta aventura de explorar nuevos territorios, pudieron aprender no solo técnicas profesionales, sino que vivieron una experiencia de inserción cultural, que les aportó elementos para enriquecer su estructura de conocimiento y experiencias como ser humano. Más que formación técnica, formación para la vida, exploración de nuevos territorios culturales. Y en este caso, también, como punta de lanza, estos pioneros están allanando el camino para la dignidad de toda la población indígena. venezolana refugiada en Brasil, a pesar de las innumerables diversidades enfrentadas.