Trece indígenas refugiadas venezolanas Warao, miembros del grupo de artesanas NONA ANONAMO, que viven en el Abrigo Pintolândia, en Boa Vista, Roraima, recibieron el 7º Premio del Objeto Brasileño, en la categoría de Producción Colectiva. Fue la creación de la pieza “Tinaja Warao”, un jarrón tejido en fibra de Burití, lo que les trajo este reconocimiento.
Realizado cada dos años por el Museo LA CASA del Objeto Brasileiro, este premio ayuda a reforzar la producción artesanal como patrimonio cultural, y contribuye a la proyección nacional e internacional del trabajo de diseñadores y artesanos contemporáneos en Brasil.
“Cantamos y bailamos las canciones de nuestro pueblo para celebrar nuestra victoria. Fue un momento de gran alegría cuando supimos que habíamos ganado este importante premio”, dice la artesana Warao, Karlina Gonzáles, de 31 años, con lágrimas en los ojos.
“Al principio, el grupo se sentía un poco inseguro, ya que sabían que se inscribirían muchos objetos hermosos e innovadores. Pero tienen un potencial increíble para crear y confeccionar hermosas piezas con la fibra de Burití, y recibir el premio demostró ese potencial”, explica la hna. Maria de Lourdes, coordinadora del Sector Artesanía en los refugios gestionados por la Fraternidad – Federación Humanitaria Internacional. (FFHI), socio implementador de ACNUR, agencia de la ONU para los Refugiados.
¡Manos a la obra!
Se inició una gran tarea grupal, estableciendo un cronograma para definir los plazos y acciones necesarias hasta el día de la inscripción. El grupo seleccionó a las artesanas y definió el objeto a fabricar, separó la mejor fibra de Burití, la tiñó de forma natural con una planta llamada Chinchamochina junto con ceniza de madera, ¡y se pusieron a tejer!
“Recorrer este camino desde la inscripción hasta el resultado del concurso fue realmente muy especial. Cuando se unen para trabajar, pueden crear cosas realmente hermosas. En ellas se activa algo muy fuerte, una presencia, una fuerza, que creo que es algo característico de la mujer indígena”, enfatiza Sor María de Lourdes.
«Llevamos la artesanía en la sangre»
El trabajo colectivo es parte de las costumbres de los indios Warao. Sentadas en grupos, las artesanas transmiten sus conocimientos de madre a hija durante generaciones. Y así, el arte de tejer del pueblo Warao resiste al tiempo, a los cambios, e incluso a la condición de refugiados por la que muchos indígenas tuvieron que pasar en este período tan reciente de su historia. A medida que entrelazan las fibras de Buriti, van cantando y recordando sus historias y cuentos de la época en que vivían junto al río en Venezuela.
“Llevamos la artesanía en la sangre. Desde pequeñas, observamos el trabajo de nuestras madres y abuelas, y cada día aprendemos más unas de otras”, dice Karlina.
Hermínia Nunes, de 56 años, también destaca la importancia que tiene la artesanía para la supervivencia de las familias, siendo a menudo su única fuente de ingresos. “La mayoría de nosotras no sabemos leer ni escribir, y conseguir un trabajo es muy difícil. La artesanía es lo que nos garantiza la crianza de nuestros hijos”.
Punto de Partida
Hace unos cuatro años, la Fraternidad – Humanitaria (FFHI) se dio cuenta del gran potencial que tenían las indígenas para la artesanía y desarrolló algunos proyectos para que tuvieran acceso a la fibra de Burití, materia prima de su trabajo, y crear condiciones para que pudiesen generar ingresos a partir de este trabajo. Desde entonces, las mujeres se han unido, mejorado sus técnicas y en poco tiempo su arte ha ganado visibilidad más allá de los muros de los refugios, llegando a exposiciones y ferias en diferentes regiones de Brasil.