Alfabetización para Migrantes y Refugiados Indígenas, una puerta a la integración social

Desde principios del mes de marzo, la Fraternidad – Misiones Humanitarias Internacionales (FMHI), a través del Centro Cultural y de Formación Indígena (CCFI), está llevando a cabo el curso de Alfabetización para Inmigrantes y Refugiados Indígenas. Una iniciativa que busca, a través de la formación en conocimientos básicos, proporcionar herramientas que le permitan a la población indígena venezolana adaptarse a la sociedad brasileña y procurar una mejor calidad de vida bajo el nuevo contexto socio-cultural.

El curso es administrado por profesores del Centro Educacional Mucanaíma, quienes imparten conocimientos de lectura y escritura en lengua portugués, así como algunos fundamentos matemáticos.

Juan Diego, servidor humanitario voluntario de  Fraternidad – Misiones Humanitarias (FMHI), señaló que el curso tiene una duración de 3 meses, frecuencia diaria y una carga horaria de 200 horas. El curso es reconocido por el Ministerio de Educación (MEC) y, una vez finalizado, los alumnos reciben un certificado de alfabetización para adultos.

La educación de los refugiados como parte de la respuesta humanitaria

Tanto en Brasil como en otras legislaciones internacionales, la educación para los refugiados es obligatoria con la intención de preparar a esta población para el ejercicio de la ciudadanía en el nuevo país de acogida, proporcionar calificación laboral y garantizando la dignidad humana como derecho fundamental.

Es precisamente este aspecto humano, la parte más esencial del curso de Alfabetización para Migrantes y Refugiados Indígenas, y así también lo percibe el personal docente encargado del desarrollo de la dinámica en el salón de clases.

En este sentido, la maestra Larisse Santos, assessora educacional del Centro Educacional Macunaima manifiesta que la educación y la alfabetización son vehículos de inclusión social; inclusión social que comienza en el momento en que el individuo consigue comunicarse con los miembros de la sociedad en que está inserido.

Sobre este punto, Larisse comparte lo que considera el aporte de esta formación: «Lograr que quien llegue a nuestro país aprenda, se sienta parte, que se pueda comunicar; que, independientemente de dónde venga, puede tener un uso de la lengua portuguesa. Ese es nuestro mayor legado».

Diversidad en el salón de clase

El curso, en su primera edición, está siendo ofrecido a jóvenes y adultos incluyendo personas de la tercera edad, por lo que el rango de los participantes oscila entre los 14 y los 70 años.

Además de las diferencias relacionadas con la edad, la profesora Larisse mencionó que en un mismo salón podemos encontrar personas de orígenes diversos, y esto es algo inédito que plantea algunos desafíos: «en un salón de clases puede haber tres, cuatro o cinco etnias diferentes. Cinco comunidades diferentes, cinco formas diferentes de relacionarse antropológica y culturalmente».

Los profesores comprendieron este desafío y están abrazando este proceso de aprendizaje adaptando el ritmo, el material y las técnicas pedagógicas a las necesidades de los alumnos. Inclusive, como señaló Juan Diego, los estudiantes también reciben atención individualizada para apoyar e impulsar el desarrollo de cada uno, en su nivel.

En el caso de la educación indígena, la técnica se centra en el proceso definido como «senso-motor-constructivo», esto es, sentir para aprender, percibir para entender y construir nuevas referencias.

Bajo esta vivencia integral y viva, el proceso de alfabetización adquiere una nueva perspectiva. No se trata solo de leer y escribir, sino de traer nuevas experiencias dentro del contexto social que se quiere conocer.

Construyendo una vida mejor

Pero además de los resultados académicos, la posibilidad de participar en el curso de alfabetización ha fortalecido en los indígenas venezolanos el sentido de confianza en sí mismos y la esperanza en una mejora futura

Valentín Mene, indígena Warao, relata: «Estoy orgulloso de aprender a escribir y leer. Quiero seguir adelante y conseguir un trabajo».

Para otros, como en el caso de Romeo Morillo, es una oportunidad única: «Estamos aprendiendo lo que nunca hemos aprendido». Y aclare que esto no sólo se refiere a la alfabetización sino a la posibilidad de aprender de una nueva cultura, como lo es la brasileña.

La gratitud es un factor común entre los alumnos indígenas. Ellos perciben que esta oportunidad es también el comienzo de una vida con nuevas posibilidades, como bien señaló Justo Tovar: «Estoy aprendiendo a leer, a escribir y todos los números. Estoy contento haciendo cursos. Voy a terminar este curso y luego quiero hacer otro para buscar las mejoras».

Unido a esto, el hecho de contar con un certificado que avala los conocimientos adquiridos en el curso, les trae la posibilidad de afirmarse con mayor seguridad dentro de la sociedad sabiendo que cuentan con herramientas para interactuar con éxito en su nuevo entorno. Para algunos será conseguir un nuevo empleo, para otros poder explicarse en una consulta médica pues las necesidades de esta población son muy diversas.

Superando los desafíos con persistencia

Ciertamente se trata de una experiencia inédita en Brasil; si bien otras iniciativas en el país contemplaron la alfabetización indígena, la situación de los indígenas venezolanos trae un reto adicional: ser extranjeros. Además de sus lenguas autóctonas y referencias socio-culturales, ellos también hablan español y esto necesita ser considerado.

Así, el curso está siendo una valiosa experiencia de aprendizaje tanto para alumnos como para docentes.

Las profesoras compartieron que, además de aprender de sus alumnos a través del intercambio cultural fruto de la interacción en las clases, ellas también están aprendiendo sobre «la persistencia».

Les llama positivamente la atención que los alumnos indígenas venezolanos no desisten. Van enfrentando dificultades mientras avanza el curso, pero su determinación les permite ir superando los obstáculos.

Como dice la maestra Larisse: «Es un gran laboratorio de aprendizaje, el laboratorio indígena de aprendizaje». Y, transcurridas las primeras semanas de clases, ambos docentes como alumnos coinciden en que está siendo una experiencia muy exitosa.