Educación musical indígena: Orquesta, Coro y Escuela de Música sin Fronteras

La Fraternidad – Federación Humanitaria Internacional (FFHI) está apoyando el desarrollo del proyecto de educación musical de la Asociación de Migrantes Indígenas Roraimö (AMIR), una iniciativa que abarca la consolidación de una escuela de música y de una orquesta y coro indígenas, la Orquesta y Coro Música Sin Fronteras.

La contribución de la Fraternidad -Humanitaria (FFHI) ha sido a través de la provisión de instrumentos, materiales y espacios estructurados para dictar clases y actuaciones en el Centro deFormación Cultural e Indígena (CCFI) en Boa Vista, Roraima, Brasil.

A lo largo de 2022, además de las clases realizadas en el CCFI con niños y jóvenes indígenas venezolanos residentes en el Abrigo Jardín Floresta, el trabajo también se desarrolló con alumnos de la Escuela Estatal 13 de Setiembre y miembros de la comunidad indígena tarao paru, en el municipio de Pacaraima, en la frontera entre Brasil y Venezuela. La finalización de las actividades anuales tuvo lugar en el Palacio de la Cultura Nenê Macaggi, en Boa Vista, con una actuación de la Orquesta y el Coro Música sin Fronteras y una representación de los niños y jóvenes participantes en la escuela de música.

El espectáculo mostró el inmenso potencial de la metodología de la Escuela de Música AMIR, así como el compromiso de profesores y alumnos, con una increíble capacidad de aprendizaje y desarrollo musical en un corto periodo de tiempo. Además de la expresión a través de la música, los discursos de los líderes indígenas y de los representantes de AMIR fueron de gran profundidad, enfatizando la unión entre los diferentes pueblos y naciones y la importancia de la educación indígena diferenciada.

La enseñanza de la música en esta escuela sigue una metodología propia desarrollada por la Orquesta Música Sin Fronteras, que comienza con un periodo de adaptación en el que los profesores trabajan con todos los instrumentos, con objetivos de ambientación, integración de los participantes, expresión creativa, familiarización con la música y con los instrumentos musicales, así como un mayor conocimiento de los alumnos por parte de los profesores.

Durante esta etapa se desarrolla un trabajo pedagógico, con dinámicas y actividades artísticas, para proporcionar la expresión y el desarrollo de la creatividad. De este modo, los profesores trabajan inicialmente con todos los instrumentos, siguiendo el proceso de cada alumno, y verificando los progresos conforme van avanzando en su aprendizaje. A medida que algunos alumnos progresan, se van formando grupos avanzados con los cuales se desarrolla y profundiza en la enseñanza de determinados instrumentos. Algunos principios pedagógicos autóctonos guían todo el desarrollo y la aplicación de este método de enseñanza, como interculturalidad, plurilingüismo, educación comunitaria y educación diferenciada.

El coordinador del proyecto de educación musical, el músico Ricardo Luis Rodríguez, indígena venezolano de la etnia kamarakoto, cuenta sobre los antecedentes y el funcionamiento de la orquesta: «Cuando me mudé a Brasil, pasé un año alejado de la música, hasta que me surgió el deseo de formar una orquesta con indígenas de aquí. Al principio era solo una idea, muy lejos de la realidad, pero pudimos hacerla realidad gracias al equipo de trabajo que ofreció su tiempo voluntariamente, con jóvenes profesores muy talentosos, dedicados y comprometidos.

Ricardo Rodríguez también cuenta que tuvieron que crear un límite de treinta vacantes para cada clase y luego hacer una selección de los que más avanzaron tocando o cantando. También en la comunidad de tarao paru, donde vive el pueblo indígena taurepang, «había inicialmente 30 vacantes y luego seleccionamos a los que pasaron a formar parte de la 1.ª Orquesta y Coro de Música sin Fronteras. Los que no fueron seleccionados siguen participando en el proyecto y continúan practicando. Trabajamos con una franja etaria de 7 a 25 años, pero hay niños de cinco o seis años que aprenden rápido y hacemos una excepción para que formen parte de la orquesta».

«Actualmente tenemos 29 niños y jóvenes, contando los seleccionados y otros con los que ya estábamos trabajando en Venezuela. En el coro hemos superado lo que nos habíamos propuesto, porque hay niños que han demostrado sus habilidades más rápido, así que tenemos 37 participantes», añade el coordinador del proyecto de educación musical.

Transformaciones y Aprendizaje

El proceso de educación musical que se desarrolla a través de esta acción ha mostrado muchas transformaciones y aprendizajes tanto para alumnos como para profesores. Ricardo Rodríguez describe esta trayectoria de múltiples experiencias de aprendizaje que está viviendo como profesor en la escuela: «Es bonito trabajar con niños, porque los profesores aprendemos mucho de ellos. Aprendemos cosas nuevas y a tener paciencia, porque los niños vienen con la mentalidad fresca, la memoria vacía y eso motiva. Tenemos que prepararnos porque el niño puede superarnos. Son muy curiosos, pueden preguntar de todo y si no estamos preparados no sabremos cómo explicárselo. Así nos vamos capacitando y enriqueciendo con su sencillez y sinceridad.

El aprendizaje se produce no solo a través de las prácticas docentes, sino a través de los retos que hay que superar, como expresa el profesor Santiago Valentín, indígena taurepang: «Recibí la invitación para formar parte de la orquesta AMIR y ha sido un trabajo muy bonito, lleno de sorpresas y retos. Es realmente algo nuevo, diferente, porque es con niños de nuestro propio pueblo. Es un reto porque son culturas diferentes, con formas distintas de leer, entender e incluso de hablar. Enseñar es aprender por partida doble, porque para enseñar tengo que entender completamente para que entiendan lo que quiero explicar. Todo ha sido muy nutritivo y he aprendido mucho».

Uno de los grandes retos en este contexto es la enseñanza de la música a diversos grupos étnicos venezolanos y brasileños, situación que aporta conocimientos sobre diferentes lenguas y culturas. Kellybel Polido, indígena taurepang que enseña iniciación musical, muestra el reto y el potencial de esta circunstancia: «He trabajado con teoría musical de iniciación, preparación en vocalización, figuras musicales y notas. Fue mi primera experiencia, nunca había trabajado así y tuve algunas dificultades, pero me gustó porque aprendí mucho, intercambiando con culturas. Trabajé con niños waraotaurepang macuxi. Aprendí algunas palabras básicas de los niños y cómo enseñar a través de su comunicación».

Y además de aprender a tocar instrumentos y cantar en distintos idiomas, se producen profundos procesos de desarrollo relacionados con habilidades y valores humanos, como la cooperación, la disciplina, la sensibilidad, la paciencia y la confianza. Estos potenciales, sumados a la mejoría de la autoestima, la capacidad de expresión y la resiliencia, también contribuyen a mejorar la relación con la vida y las formas de superar traumas y dificultades.

La capacidad de cooperación e integración, cualidad esencial de una orquesta, la aportó el profesor Ricardo Rodríguez con el desarrollo de la complementariedad y la cosmovisión de la orquesta Música sin Fronteras como una familia que cumple el papel de apoyar a todos sus miembros, donde cada instrumento y cada voz son importantes, desempeñando su función y complementándose de forma armónica.

Superar retos y límites mediante la disciplina

La disciplina, otro elemento cuya importancia citó el profesor Ricardo, ha ayudado no solo en el desarrollo musical, sino que la están llevando a otros ámbitos de la vida: «La orquesta es disciplina. Muchos niños a veces no prestan atención, no quieren, pero si no hay disciplina pierden su oportunidad. Y si el niño tiene disciplina puede cambiar, se convierte en un niño diferente, más tranquilo, obediente en casa y en la calle».

Joana Bueno, indígena akawaio de 13 años, dice sobre la relevancia de la disciplina en su experiencia: «Me alegro de haber sido elegida para tocar aquí en el Proyecto Música sin Fronteras, porque aprendemos mucho, nos integramos con otras personas y es muy interesante. Los profesores son buenos, porque además de ser divertidos, nos enseñan disciplina y responsabilidad. Llevaré esto a todo, no solo a los instrumentos, sino a las demás cosas de la vida».

La superación de retos y límites, el ejercicio de la disciplina, la concentración y la responsabilidad, el desarrollo de las capacidades de integración y cooperación, contribuye a aumentar la confianza en uno mismo y la autoestima, proporcionando un sentimiento de dignidad. Y este fortalecimiento de la autoestima es fundamental para las pueblos que históricamente han sufrido muchas violaciones de los derechos humanos.

El amor a sí mismo se cultiva, por ejemplo, al tener la oportunidad de expresarse en una presentación pública en un lugar privilegiado de la capital de Roraima. Crismarby Rojas, indígena warao de 19 años, revela este sentimiento de autovaloración: «Me siento orgullosa porque he terminado el curso y he aprendido mucho de los profesores. Aprendí a cantar en taurepang, portugués y español. Estoy orgullosa y feliz de estar aquí interviniendo y porque mi familia está aquí conmigo. Sé que puedo aprender y seguir adelante con la música, con los cursos”.

El profesor de música, Santiago Valentim, indígena taurepang, explica este papel de la música y su poder como medio de expresión: «La música es una herramienta que nos ayuda a expresarnos más allá de las palabras. El arte abre puertas, nos hace más humanos, más sensibles. Lejos de sus comunidades, a menudo lejos de sus padres, los niños tienen mucho que expresar y a veces no hay otra manera.

Yuvencio Gómez Soares, líder indígena taurepang que actualmente reside en la comunidad Tarao Paru, también habla de este potencial de expresión a través de la música. «Nos sentimos orgullosos de este grupo de Venezuela que está con la orquesta aquí en Brasil. Agradezco que hayan decidido formar una asociación indígena y que la Fraternidad – Humanitaria (FFHI) haya decidido apoyar la iniciativa. Música sin Fronteras me da otro horizonte porque podemos demostrar nuestro talento, nuestra capacidad, primero a nosotros mismos y luego a los demás. Creo en la educación a través de la música porque produce cambios».

Todas estas cualidades y capacidades tan significativas están insertas en los objetivos de la orquesta, como explica el coordinador y profesor Ricardo Rodríguez al hablar de la razón por la que se eligió el nombre de la orquesta Música sin Fronteras: «La música no tiene color ni frontera, es un lenguaje universal. Queremos congregar a indígenas de diferentes etnias, culturas y edades, para unir a estos pueblos como una sola familia. Que la música sea una herramienta que unifique y muestre un horizonte de oportunidades a los niños y jóvenes, para que se den cuenta de que con competencia musical pueden llegar muy lejos, porque con esfuerzo y sacrificio todo es posible».

El profesor Ricardo Rodríguez también anima a los niños a no centrarse solo en la música, «sino a estudiar, a tener una carrera profesional». Queremos mostrarles el camino a seguir, que tengan un equilibrio entre el estudio y la música. A veces los niños se sienten desanimados porque no tienen recursos. Y normalmente, una orquesta es solo para los que tienen dinero, pero esta es para todos. La mayoría de los que están aquí proceden de familias pobres y a través de la música aprenden a valorar su tierra, su cultura, su hogar, valoran lo poco que tienen y volverlo grande más adelante», destaca.

Ante todas estas potencialidades, la Fraternidad – Humanitaria (FFHI) agradece la oportunidad de estar desarrollando acciones junto a la Asociación de Migrantes Indígenas Roraimö (AMIR) y apoyando este proyecto de Educación Musical de tanta profundidad y relevancia para los refugiados y migrantes indígenas venezolanos, así como brasileños.